El origen de los incendios varía de la negligencia a la tormenta seca pasando por la irresponsabilidad temeraria, pero la receta que los propicia y los propaga es siempre misma: altas temperaturas, baja humedad, vientos fuertes y cambiantes, monocultivo de especies pirófitas y una gran densidad de material inflamable, un síntoma del abandono rural.
El Gobierno español tiene los datos. Sin embargo, prefiere gastar decenas de millones de euros cada año en subvencionar a los afectados, incluyendo exenciones y moratorias en el pago de las tarifas de agua para los agricultores de las cuencas afectadas. También gasta millones en subvencionar las mismas industrias que aceleran el proceso, en lugar de actuar sobre sus causas o generar economías que ayuden a frenar el deterioro medioambiental que lo produce.
Como resultado, España fue el país de la Unión Europea donde más subieron las emisiones de gases de efecto invernadero en 2015 y una de las más amonestadas por el ejecutivo comunitario por su una mala gestión de recursos. Mientras tanto, las temperaturas suben y los incendios se multiplican. Son los síntomas y las consecuencias de su irresponsable contribución a la catástrofe inminente que espera a todo el planeta, pero que no todos los países están tratando de gestionar por igual. Hay varios escenarios y todos son apocalípticos.
Mapa actualizado de temperatura en Europa | Fuente: Weather Channel
Temperatura
El año pasado fue el más cálido jamás registrado. Según nuestros modelos, probablemente fuera el más cálido en los últimos 115.000 años. Fue el tercer año consecutivo que rompe ese récord. Según la UN World Meteorological Organisation, 14 de los 15 años más cálidos han sucedido después del 2000.
La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) anunció que este verano en España sería más caluroso de lo normal, especialmente centro y sur de la Península, con una media que estará entre medio grado y un grado por encima de lo habitual. De momento se confirman sus predicciones: el pasado 13 de julio el observatorio de Córdoba aeropuerto anunció la temperatura más alta jamás registrada en España: 46,9 grados.
Estaría tres décimas por encima del último récord absoluto, los 46,6 grados que vivieron Córdoba y Sevilla el 23 de julio de 1995. Pero la Agencia de Naciones Unidas para la Acción Climática dice que en Montoro, a 41 kilómetros subiendo por el Guadalquivir arriba, la temperatura fue de 47,3 grados. La temperatura más alta jamás registrada en todo el planeta es de 56.7°C. Sucedió en California el 10 de julio de 1913 en Greenland Ranch. Por algo lo llaman el Valle de la Muerte.
Extrañamente, los informes afirman cada año que venimos registrando “veranos anormalmente cálidos” desde 1992. Un fenómeno que se repite durante 25 años ya no puede considerarse extraño. El aumento progresivo de temperatura es el nuevo normal.
Mapa actualizado de temperatura en España | Fuente: Weather Channel
A una primavera seca siempre le sucederá un verano fatal. Las olas de calor son letales. Según la OMS, la que atravesó Europa en 2003 mató al menos a 35.000 personas, pero hay estudios que elevan la cifra a 70.000. La de 2010 en Moscú mató 10.000 personas; la de Chicago en el 75 mató al menos a 700. Una diferencia de medio grado no sólo produce insolaciones y deshidratación, también provoca fuegos e inundaciones. El efecto de la temperatura no es aritmético sino exponencial.
El ser humano es capaz de tolerar temperaturas siempre que no se alejen mucho de los 37 grados. Tras analizar las muertes provocadas por 783 olas de calor en 164 ciudades a lo largo de 30 años, el biólogo colombiano Camilo Mora de la Universidad de Hawai publicó en la revista Nature que el 30% de la población mundial está ya expuesto a condiciones climáticas letales durante al menos 20 días al año.
Según sus proyecciones, si seguimos funcionando como hasta ahora, en 2100 será el 74% de la población mundial el que tenga que sobrevivir a temperaturas letales. Si cumplimos los acuerdos de París y reducimos las emisiones tóxicas drásticamente, será “solo” un 48%. Estamos entre Guatemala y Guatepeor, pero es mucho mejor Guatemala. Sin embargo, mantenemos el sistema económico que lleva derecho a Guatepeor.
Predicción de falta de agua en 2040 | Fuente: World Resources Institute
Agua
Este año, la sequía se llevó el 40% de la cosecha española de cereal. Es la peor de los últimos 30 años. Los más afectados han sido los de la Meseta norte (Palencia, Valladolid, Salamanca, Zamora, Soria, Segovia y Burgos). Los agricultores de la zona han perdido entre el 80 y el 100% de su cosecha.
La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) dice que, desde que comenzó el año hidrológico en septiembre 2016, las lluvias acumuladas hasta el pasado 23 de mayo están un 12 por ciento por debajo del valor medio normal. La situación en el regadío es preocupante, con la reserva hidráulica al 57,7% de su capacidad total. Los embalses gallegos registran una quinta parte menos de agua que el año pasado por estas fechas.
Se dice que una zona es árida cuando tiene una precipitación anual inferior a 300mm. En España hay un 2,6% de zonas áridas, incluyendo Almería, Murcia, Alicante y las islas Canarias más orientales. En el caso de Murcia, es el 32% de la provincia.También tiene una de las temperaturas máximas absolutas anuales de la península, con 45.7 ºC. Si la temperatura sube los dos famosos grados, la mayor parte del sur de España y de la cuenca mediterránea será desierto. Un informe del Ministerio de Medio Ambiente dice que el 80% de España corre el riesgo de convertirse en desierto a lo largo de este siglo.
“Tenemos más certeza de la tendencia a la desertización de esa región que de cualquier otra cosa en el planeta- explicaba recientemente Wolfgang Cramer, director científico del Instituto Mediterráneo para la Diversidad y la Ecología en Aix-en-Provence. - Las temperaturas han subido un grado de manera global pero 1.4º en el Mediterráneo”. Como hemos visto antes, la desertización es parte de un fenómeno ciclotímico, cuya cara opuesta son las inundaciones.
Mapa de la sequía (2016)
Después del fuego y la desertización, llegan las inundaciones. Parece contraintuitivo, pero la sequía es un trastorno bipolar cuya cara opuesta son las grandes precipitaciones, que erosionan los montes castigados por la explotación intensiva y arrasan las ciudades sin árboles colonizadas por el cemento. El suelo sin árboles no absorbe bien el agua, convirtiendo esas tormentas en inundación. El escenario es apocalíptico. Solo puede ir a peor.