La próxima España negra

Cinco mapas y siete estadísticas que explican por qué España está en el centro del calentamiento global

Marta Peirano

Abel Vázquez - Carto

Europa se calienta a mayor velocidad que el resto del planeta. Lo dice el último informe de la Agencia Europea del Medioambiente, elaborado de manera conjunta por 60 especialistas e instituciones. Aseguran que la cuenca mediterránea sufrirá un aumento drástico de temperatura, sequía, incendios, inundaciones y cosechas perdidas. Solo que en España ya está ocurriendo: el pasado 13 de julio, Córdoba batió el récord histórico de temperatura. Como dice el investigador principal del informe, Hans-Martin Füssel, “las proyecciones climáticas se están haciendo realidad”.

La península ibérica está en la zona templada del planeta, encajada entre la masa de aire frío y húmedo que viene del Atlántico y la de aire caliente y seco que viene de África. Las altas temperaturas son inherentes a nuestro contexto geográfico, un legado al que contribuímos largamente con prácticas, planificaciones y tecnologías que las suben todavía más. Ya hay estudios que afirman que los incendios de Portugal y Doñana son consecuencia directa del calentamiento global.

La alarma de verano se activó con el devastador incendio de Pedrógão Grande, que acabó con 50.000 hectáreas de bosque y mató a 64 personas. En lo que va de año, en España se han quemado más de 15.000 hectáreas. Casi todas han sido en en Parque Nacional de Doñana, la mayor reserva ecológica de Europa, Patrimonio de la Humanidad desde 1994. Y la quincena más calurosa del año aún tiene que empezar.

Incendios activos en las últimas 24h

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El origen de los incendios varía de la negligencia a la tormenta seca pasando por la irresponsabilidad temeraria, pero la receta que los propicia y los propaga es siempre misma: altas temperaturas, baja humedad, vientos fuertes y cambiantes, monocultivo de especies pirófitas y una gran densidad de material inflamable, un síntoma del abandono rural.

El Gobierno español tiene los datos. Sin embargo, prefiere gastar decenas de millones de euros cada año en subvencionar a los afectados, incluyendo exenciones y moratorias en el pago de las tarifas de agua para los agricultores de las cuencas afectadas. También gasta millones en subvencionar las mismas industrias que aceleran el proceso, en lugar de actuar sobre sus causas o generar economías que ayuden a frenar el deterioro medioambiental que lo produce.

Como resultado, España fue el país de la Unión Europea donde más subieron las emisiones de gases de efecto invernadero en 2015 y una de las más amonestadas por el ejecutivo comunitario por su una mala gestión de recursos. Mientras tanto, las temperaturas suben y los incendios se multiplican. Son los síntomas y las consecuencias de su irresponsable contribución a la catástrofe inminente que espera a todo el planeta, pero que no todos los países están tratando de gestionar por igual. Hay varios escenarios y todos son apocalípticos.

Mapa actualizado de temperatura en Europa | Fuente: Weather Channel

Temperatura

El año pasado fue el más cálido jamás registrado. Según nuestros modelos, probablemente fuera el más cálido en los últimos 115.000 años. Fue el tercer año consecutivo que rompe ese récord. Según la UN World Meteorological Organisation, 14 de los 15 años más cálidos han sucedido después del 2000.

La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) anunció que este verano en España sería más caluroso de lo normal, especialmente centro y sur de la Península, con una media que estará entre medio grado y un grado por encima de lo habitual. De momento se confirman sus predicciones: el pasado 13 de julio el observatorio de Córdoba aeropuerto anunció la temperatura más alta jamás registrada en España: 46,9 grados.

Estaría tres décimas por encima del último récord absoluto, los 46,6 grados que vivieron Córdoba y Sevilla el 23 de julio de 1995. Pero la Agencia de Naciones Unidas para la Acción Climática dice que en Montoro, a 41 kilómetros subiendo por el Guadalquivir arriba, la temperatura fue de 47,3 grados. La temperatura más alta jamás registrada en todo el planeta es de 56.7°C. Sucedió en California el 10 de julio de 1913 en Greenland Ranch. Por algo lo llaman el Valle de la Muerte.

Extrañamente, los informes afirman cada año que venimos registrando “veranos anormalmente cálidos” desde 1992. Un fenómeno que se repite durante 25 años ya no puede considerarse extraño. El aumento progresivo de temperatura es el nuevo normal.

Mapa actualizado de temperatura en España | Fuente: Weather Channel

A una primavera seca siempre le sucederá un verano fatal. Las olas de calor son letales. Según la OMS, la que atravesó Europa en 2003 mató al menos a 35.000 personas, pero hay estudios que elevan la cifra a 70.000. La de 2010 en Moscú mató 10.000 personas; la de Chicago en el 75 mató al menos a 700. Una diferencia de medio grado no sólo produce insolaciones y deshidratación, también provoca fuegos e inundaciones. El efecto de la temperatura no es aritmético sino exponencial.

El ser humano es capaz de tolerar temperaturas siempre que no se alejen mucho de los 37 grados. Tras analizar las muertes provocadas por 783 olas de calor en 164 ciudades a lo largo de 30 años, el biólogo colombiano Camilo Mora de la Universidad de Hawai publicó en la revista Nature que el 30% de la población mundial está ya expuesto a condiciones climáticas letales durante al menos 20 días al año.

Según sus proyecciones, si seguimos funcionando como hasta ahora, en 2100 será el 74% de la población mundial el que tenga que sobrevivir a temperaturas letales. Si cumplimos los acuerdos de París y reducimos las emisiones tóxicas drásticamente, será “solo” un 48%. Estamos entre Guatemala y Guatepeor, pero es mucho mejor Guatemala. Sin embargo, mantenemos el sistema económico que lleva derecho a Guatepeor.

Predicción de falta de agua en 2040 | Fuente: World Resources Institute

Agua

Este año, la sequía se llevó el 40% de la cosecha española de cereal. Es la peor de los últimos 30 años. Los más afectados han sido los de la Meseta norte (Palencia, Valladolid, Salamanca, Zamora, Soria, Segovia y Burgos). Los agricultores de la zona han perdido entre el 80 y el 100% de su cosecha.

La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) dice que, desde que comenzó el año hidrológico en septiembre 2016, las lluvias acumuladas hasta el pasado 23 de mayo están un 12 por ciento por debajo del valor medio normal. La situación en el regadío es preocupante, con la reserva hidráulica al 57,7% de su capacidad total. Los embalses gallegos registran una quinta parte menos de agua que el año pasado por estas fechas.

Se dice que una zona es árida cuando tiene una precipitación anual inferior a 300mm. En España hay un 2,6% de zonas áridas, incluyendo Almería, Murcia, Alicante y las islas Canarias más orientales. En el caso de Murcia, es el 32% de la provincia.También tiene una de las temperaturas máximas absolutas anuales de la península, con 45.7 ºC. Si la temperatura sube los dos famosos grados, la mayor parte del sur de España y de la cuenca mediterránea será desierto. Un informe del Ministerio de Medio Ambiente dice que el 80% de España corre el riesgo de convertirse en desierto a lo largo de este siglo.

“Tenemos más certeza de la tendencia a la desertización de esa región que de cualquier otra cosa en el planeta- explicaba recientemente Wolfgang Cramer, director científico del Instituto Mediterráneo para la Diversidad y la Ecología en Aix-en-Provence. - Las temperaturas han subido un grado de manera global pero 1.4º en el Mediterráneo”. Como hemos visto antes, la desertización es parte de un fenómeno ciclotímico, cuya cara opuesta son las inundaciones.

Mapa de la sequía (2016)

Después del fuego y la desertización, llegan las inundaciones. Parece contraintuitivo, pero la sequía es un trastorno bipolar cuya cara opuesta son las grandes precipitaciones, que erosionan los montes castigados por la explotación intensiva y arrasan las ciudades sin árboles colonizadas por el cemento. El suelo sin árboles no absorbe bien el agua, convirtiendo esas tormentas en inundación. El escenario es apocalíptico. Solo puede ir a peor.

Evolución de la masa forestal en España

Árboles

Gavin Schmidt, director del Centro de Estudios Espaciales del Instituto Goddard en la NASA, explicaba el pasado enero que el 90% de las señales de calentamiento en 2016 eran consecuencia de las emisiones de gases de efecto invernadero. Según la Agencia Europea del Medioambiente, nuestra emisión de ese tipo de gases aumentó un 0,5% por segundo año consecutivo en 2015. Esto a la vez causa y consecuencia del calentamiento global: en una espiral de destrucción infinita, al impacto de las altas temperaturas hay que sumarle el efecto rebote de las medidas que tomamos para combatirla.

Por ejemplo, la temperatura y la sequedad de las ciudades ha empeorado dramáticamente por la tala de los árboles, que proporcionan sombra y evitan que el sol golpee el suelo con demasiada intensidad, provocando la evaporación de agua. También mantienen la humedad ambiental expulsando agua a la atmósfera a través de sus hojas. La humedad contribuye a la formación de nubes y a la lluvia, que a su vez contribuye a que haya más vegetación, bajando la temperatura y reduciendo las emisiones de dióxido de carbono. Sabiendo todo eso, las grandes ciudades españolas han escogido un desarrollo por el camino opuesto. En ciudades como Madrid, miles de árboles han sido arrancados en los últimos 30 años en favor de los coches.

El desarrollo urbano de las últimas décadas ha eliminado filas enteras de arbolado para meter nuevas vías de circulación; bien en obras como la de la M-30, bien convirtiendo nuestras plazas en grandes losas de cemento con aparcamientos subterráneos. En todos los casos, cambiando los pulmones de la ciudad por su reverso exacto, agentes contaminantes que suben la temperatura y consumen la humedad. Como consecuencia directa, una población asfixiada ha integrado el uso de aire acondicionado en hogares, oficinas y en los propios coches, combatiendo el calor con tecnologías que contribuyen a empeorarlo. En las zonas rurales, los bosques también han evolucionado. Saber si ha sido a peor o a mejor es más difícil de lo que parece.

No todos los bosques son bosque

Técnicamente, España es ahora más verde de lo que era hace cien años, y Europa también. Según un famoso análisis realizado por Richard Fuchs en la Universidad de Waningen (Holanda) la superficie cubierta por bosques en el continente ha aumentado más de un tercio desde 1900 hasta 2010.

Superficie forestal de 1900 a 2010

El estudio indica que en España hay un 10% más de bosque que hace un siglo, pero eso no significa que sea la misma clase ni que tenga el mismo impacto. El uso del suelo es determinante para su impacto medioambiental: los terrenos de cultivo y los pastos son fuentes intensas de CO2, además de haber establecido prácticas que comprometen espacios fundamentales protegidos por su biodiversidad. Es el caso de Doñana, donde se conjugan una cantidad excepcional de factores que auguran lo peor.

Lo explicaba en un artículo Javier Gallego:

El exceso de cultivo intensivo y de pozos ilegales que están desecando las marismas, un plan para profundizar el cauce del Guadalquivir que podría salinizar los humedales, otro plan para reactivar la mina de Aznalcóllar que contaminó las aguas de la zona hace unos años y la cesión de tierras contiguas al parque como almacén de Gas Natural, son los focos principales de una pira que puede convertirse en funeraria si nadie hace nada por evitarlo.

No hace falta modificar las leyes de recalificación del suelo para influir en un espacio protegido. El último informe del Ministerio de Medio Ambiente sobre el Estado de los Acuíferos alerta del mal estado de la mayor parte del acuífero, por culpa de la sobreexplotación.

Estado de los acuíferos de Doñana | Fuente: Ministerio de Medioambiente

Las reservas del agua del humedal están siendo agotadas por la agricultura de regadío en la zona, además de las 3.000 hectáreas de cultivos y más de 1.000 pozos ilegales que crecen sin control.

Más al norte, la tierra pierde agua por otro agujero: la industria maderera y el impacto de una especie foránea amiga del fuego.

Mapa de diversidad vs incendios en España

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El eucalipto, reguero de fuego

Todo monocultivo es enemigo de la diversidad. En el caso del eucalipto, la combinación de especie y prácticas industriales multiplica su impacto. El árbol australiano es una especie foránea que crece rápidamente y consume una gran cantidad de agua, acabando con la vegetación y la diversidad y favoreciendo la erosión rasante.

A la naturaleza del árbol se suma la del negocio. La tala de eucaliptos a breves intervalos agora rápidamente las reservas de nutrientes del suelo. Los ciclos cortos de un bosque eternamente joven consume mucha más agua y recursos, sin entrar a valorar el efecto de fertilizantes en el entorno.

En el primer Inventario Forestal Nacional de 1972/73, el eucalipto ocupaba 131.181 hectáreas. En el segundo en Galicia, realizado entre 1997 y 1998, ya ocupaba 396.344. Según los datos de la Consellería de Medio Rural, en Galicia hay hoy unas 425.000 hectáreas de eucaliptos, un 76 por ciento más de lo que había planificado en 1992. La Ley de Montes de 2012 prohibió plantar eucaliptos en terreno agrícola, en los márgenes de los ríos, en la proximidad de las casas y de las carreteras. Pero no es tan fácil contener su expansión.

Árbol eucalipto | Alexander Wurditsch / Panthermedia

El eucalipto es una especie pirófita: no solo genera un entorno que favorece los incendios y sobrevive a ellos, sino que los utiliza como método de expansión. La cubierta muerta del eucalipto no se descompone con tanta rapidez como la de los bosques indígenas, porque no es buen alimento para las termitas y otros insectos. Esa corteza seca que se amontona, combinada con la sequedad y la desaparición de la cubierta forestal, hace que el suelo donde hay eucalipto sea altamente inflamable, facilitando el comienzo y la expansión del fuego.

Cuando llega arriba, la presencia de aceites volátiles en sus hojas conduce las llamas a gran velocidad, saltando por encima de ríos y carreteras. Propaga el fuego sin consumirse. Tiene una corteza que protege sus yemas latentes de la carbonización. Las semillas también vienen envueltas una capa de madera resistente. Cuando todo ha terminado, aprovecha la devastación para extender sus dominios por tierra y por aire.

Por aire, con sus semillas, dependiendo de la intensidad del incendio. Si el fuego era moderado y sólo se quemó la corteza, guarda las semillas durante un año o más. Si el incendio ha arrasado con todo, las expulsa en los meses siguientes. Por debajo planta largos dedos en la tierra carbonizada saliendo de las fincas y asentándose más allá de las lindes que establece la ley. El km 7,5 de la Nacional 236 portuguesa donde murieron más de 30 personas el pasado junio estaba rodeado de eucalipto, incluyendo el camino cortafuegos y los eucaliptos silvestres que llegaban la cuneta. En un país diezmado por los recortes resulta imposible controlar su expansión.

Árboles perdidos, árboles recobrados

En España, los intentos de grupos medioambientales por frenar su recorrido han sido decepcionantes. El pasado junio, el PP frenó el último intento de colocar entre las especies invasoras al Eucalypto nitens, una variante cada vez más popular que, a diferencia del Eucalypto Globulus, es capaz de prosperar por encima los 400 metros de altura. Argumentaba en su negativa que que no hay base científica que justifique la ordenanza, aunque el Comité Científico de su propio Ministerio de Medio Ambiente lo calificó en 2012 como especie "muy peligrosa por su carácter invasor y por su potencial capacidad para transformar el ecosistema".

Aunque a veces lo parezca, Galicia ni siquiera es el centro de este conflicto. Según el Centro de Investigación y Documentación del Eucalipto (CIDEU), casi la mitad están en Andalucía, un tercio en Galicia y el resto se reparte entre Extremadura y la Cornisa Cantábrica. En el documento Una visión común sobre el problema de las plantaciones de eucalipto, firmado por una veintena de organizaciones ecologistas en 2016, destacan el entorno de Doñana, la zona interior de Galicia y áreas de Asturias y Cantabria como zonas en riesgo de “verse afectadas por estas plantaciones”. Y, en cualquier caso, el eucalipto no es el único amigo que tiene el fuego en España. Hay especies locales que también lo son.

En una conversación con Rafael Sánchez Ferlosio, Miguel Delibes hijo -doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid, profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y entonces director de la Estación Biológica de Doñana- citaba especies locales igual de pirófitas, como el jaguarzo de Doñana y el resto de las jaras, típicas de los cotos de caza. Su resina pegajosa, llamada ládano, favorece la combustión.

Si la jara se quema, sus semillas depositadas en el suelo germinan enseguida, necesitan el calor para germinar, y cuando ha habido un incendio, de lo primero que nace es la jara. A ciento cincuenta grados de temperatura se estimula la germinación de las semillas de la jara.

Pero, a diferencia del eucalipto, a estas especies les va el fuego rápido que “ayuda a desbrozar el monte” viajando deprisa pero quemando de manera superficial. En monte calcinado no germinan. Por eso es fundamental la limpieza del monte, el trabajo que los expertos apuntan como clave para la contención de incendios, y que ha sido descuidado con la industrialización de la agricultura y la ganadería, y el éxodo rural.

"La población ha ido saliendo de las zonas cercanas al monte desde los años 70 – explicaba recientemente Pablo González, bombero forestal y presidente de la Asociación de Trabajadores de las Brigadas de Refuerzo contra Incendios Forestales (BRIF). - Lo que antes se aprovechaba y se trabajaba, como la madera o los matorrales, ahora está abandonado y creciendo a su suerte. Además, tampoco hay cultivos alrededor de los pueblos, que protegían mucho contra los incendios".

Histórico de incendios y sus causas

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Fuego

Según Ecologistas en Acción, el 40% de los incendios que ocurren en España lo hacen en Galicia. Solo entre el 3 y el 15 de agosto de 2006, se quemaron casi 100.000 hectáreas. Aquel verano aprendimos lo del Factor 30: calor por encima de 30 grados, vientos de más de 30 kilómetros hora y humedad relativa inferior al 30%. La catástrofe ecológica se le suma la humana; murieron cuatro personas. La mayor parte de los incendios habían sido provocados.

Incendio en los bosques de Cee en 2006 (A Coruña) | Andrés Fraga / AP Photos

Era año de elecciones y todo el mundo ofreció su teoría particular de la conspiración. La Ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona culpó a los trabajadores forestales en paro; el entonces ministro de Interior Alfredo Pérez Rubalcaba sugirió que los incendiarios eran mercenarios a sueldo, asegurando que en Galicia se estaba dando “una nueva tipología" de "incendios estratégicos" y "planificados con muy mala intención" por "quien parece que sabe muy bien lo que hace".

La modificación de la Ley de Montes que permitía la recalificación del suelo acabó de recuperar la leyenda de los profesionales del fuego trabajando para empresas madereras o de la construcción. Se hablaba de un plan organizado para convertir Galicia en una nueva Marbella. Dos años después, el informe forense que la fiscalía del Tribunal Superior de Xustiza encargó a la Guardia Civil sobre las causas de los incendios en Galicia ofrecía conclusiones muy diferentes.

Galicia, 15 años de fuego

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15 años en Galicia

En aquella conversación con Ferlosio, Delibes hablaba de aldeas que quemaban bosque para ahuyentar al lobo. “La gente de los pueblos culpaba a las repoblaciones de coníferas del rebrote de los ataques de los lobos, porque los lobos se refugiaban allí, lo cual era verdad, y entonces quemaban los montes de pinos para que los lobos se fueran”. Las conclusiones de investigación de la Guardia civil se parecen más al cuento del lobo que al del complot inmobiliario.

El expresidente José Luis Rodríguez Zapatero y el expresiente de la Xunta Emilio Pérez Touriño durante una visita a los bosques quemados de Soutomaior (Pontevedra) | Lalo R. Villar / AP Photos

“Los incendios intencionados en Galicia no se deben exclusivamente a una serie limitada de motivaciones -explica el informe- siendo una característica de este fenómeno la amplia variedad de ellas relacionadas con las actividades desarrolladas en las zonas afectadas, a saber:

Provocados por cazadores para facilitar la caza, obtener salarios en la extinción de los mismos o en la restauración, para hacer bajar el precio de la madera, para obtener modificaciones en el uso del suelo, provocados por delincuentes etc. para distraer a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, para favorecer la producción de productos del monte, forzar resoluciones de consorcios o convenios, venganzas, contra el acotamiento de la caza, disensiones en la titularidad de los montes, reducción de inversiones públicas en los montes, provocados por grupos políticos para provocar malestar social, animadversión contra repoblaciones forestales, rechazo a espacios naturales protegidos, vandalismo, resentimiento por expropiaciones, venganzas, para ahuyentar animales (lobo, jabalí), para contemplar las labores de extinción, búsqueda de lindes de fincas, trastornos psicológicos, etc.

Después de cruzar datos de 670 incendiarios detenidos en la región desde 1995, con los procedentes de atestados, informes, declaraciones de imputados, testigos y pruebas materiales, los investigadores no encontraron indicios de una conspiración vinculada a la industria. “Tradicionalmente -concluye el informe- las motivaciones políticas, urbanísticas, y las relacionadas con la venta de madera, tienen una incidencia cuantitativamente insignificante en relación con el número total de siniestros”. Lo que sí encuentran son los restos de un abandono que no es tanto del monte como de la población aislada, envejecida y potencialmente alcoholizada que se ha quedado allí.

Mapa meteorológico en tiempo real

Transparencia: Sin datos no hay diagnóstico

Estamos en la era del Big Data. Hay miles de millones de sensores distribuidos por tierra, mar y aire actualizando información de todo tipo y en tiempo real desde todos los rincones de la tierra. Hay satélites vigilando desde arriba, estaciones en las profundidades oceánicas y universidades, laboratorios y empresas procesando y contrastando esa información con gigantescas bases de datos históricas. Estamos más preparados y mejor equipados que nunca para conocer el estado del entorno y predecir el impacto de nuestras soluciones. Y, sin embargo, la mayor parte de esa información no está disponible. Y, cuando está, lo está en un formato diseñado para ser lo menos útil posible.

“De las 400 mil hectáreas abandonadas no sabemos cuánta está abandonada, ni tenemos manera de saberlo -explica Juan Picos, profesor de la Escola de Enxeñaría Forestal de la Universidad de Vigo. Y para desarrollar políticas hace falta informacion global, transparente y sistematica, pero para sancionar no”.

Un bombero trata de controlar un incendio en el bosque de Marcalain, cerca de Pamplona (2009) | Álvaro Barrientos / AP Photos

“Sin no datos y no tenemos diagnóstico, cómo vamos a medicarnos, se queja Picos. - Ese es el nudo que hay que deshacer para seguir moviéndonos”. No es un problema técnico: hay más información, está mejor distribuida. Falta un gobierno que disponga de centros administrativos para ello, que entidades como la universidad que colaboren y que el sector forestal establezca las medidas apropiadas para corregir lo que está mal. “Hay problemas de sobreutilización del espacio en muchos sitios y de infrautilización del espacio en muchos sitios -acaba Picos. - Medir es esencial para corregir esos desequilibrios”.

Pero, sobre todo, hace falta que las administraciones cumplan la Ley de Transparencia y faciliten a todo aquel que así lo requiera toda la información pertinente acerca de la temperatura, la humedad, el consumo de recursos por parte de las empresas, el estado de las cuencas fluviales, el desarrollo de las explotaciones agrícolas, ganaderas y madereras, los proyectos de extracción de gas, la gestión del monte y cualquier aspecto que facilite la gestión del problema más grave al que nos enfrentamos todos. Cuantos más ojos y manos haya buscando soluciones, mejor para todos.


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